Reflexión
(03/10/2015)
“Como Yo los he amado,
así también ámense los unos a los otros. Por el amor que se tengan los unos a
los otros reconocerán todos que son discípulos míos” Jn 13, 34-35
El
amor, considerado sólo como un concepto o idea, se ha ido desvirtuando día con
día, es un término muy trillado y, por lo tanto, desvalorizado. La pregunta para
iniciar esta reflexión es: ¿consideramos al amor como un concepto o como una
acción?
Para
algunos sonará rara y hasta absurda la pregunta anterior, pero ahora
profundizaremos en esto. Hay que conseguir que el amor no sea una simple
palabra de uso cotidiano, sino un actuar que procede de Dios y nos lleva a los
demás. Recordemos al Padre que nos ama y nos envía a su Hijo, quien por amor
nos toma de la mano para llevarnos a Él, impulsándonos con el Espíritu Santo.
“Este
es mi mandamiento: Que se amen unos a otros como yo los he amado. El amor más
grande que uno puede tener es dar la vida por sus amigos. Ustedes son mis
amigos, si hacen lo que yo les mando”
Jn 15, 12-14
Entendiendo
que el amor no es decir sino hacer, podemos comprender mejor que Dios nos ha
amado desde siempre y nos llama a amar como Él. Pero el primer gran reto de su
llamado no radica precisamente en amar al otro, sino en dejarse amar y alcanzar
por el amor de Dios. ¿Por qué?, es muy sencillo, no podemos dar lo que no
tenemos, y en muchas ocasiones no percibimos ese amor porque nos sentimos
indignos e incapaces, pero Dios mismo nos dice en su palabra que nos ama con
amor eterno.
A
veces no nos dejamos amar porque, como niños que hacen travesuras, nos alejamos
temerosos se del Padre. Existe miedo a ser descubierto y regañado, nuestras emociones tan humanas nos
hacen alejarnos y pensar “Dios no puede amarme siendo como soy”. Cuando esto
ocurre, hay que detenerse a reflexionar: ¿por qué queremos pensamos por Dios? Él
te ama por ser su hijo y te creó por amor, no por tus acciones, y aun siendo el
mayor de los pecadores, su perdón que supera cualquier falta. Y así, como en la
parábola del hijo prodigo, se le recibe a éste de regreso a la casa del Padre con
una gran fiesta, Dios recibe con gozo a sus hijos que se han perdido y regresan
a Él.
Para reflexión personal...
1.- ¿Qué
tanto me he dejado amar por Dios?
2.- ¿En
qué momentos de mi vida he podido reconocer amor de Dios?
3.- ¿De
qué manera comparto con los demás el amor de Dios?